Pensar bien
Pensar bien
Francisco Javier Chaín Revuelta
Invita averiguar en que consiste porque es algo en lo que muchos se esfuerzan. Existen (supongo) varias concepciones sobre lo que es eso de pensar bien. La breve nota entenderá que pensar bien es conocer la verdad ó dirigir el entendimiento por el camino que conduce hacia la verdad. Cómo cada quien tiene su verdad. La nota “marca su raya” y entiende por verdad la realidad de las cosas. Por tanto vuelve a subrayar que pensar bien es conocer la realidad de las cosas.
Cuando alcanzamos (miento al incluirme) a conocer las cosas como son en sí, es cuando alcanzamos la realidad de las cosas o la verdad. Conociendo que el día y la noche dependen del sol, conocemos una verdad, porque, en efecto así es; conociendo que el respeto a los padres, la buena fe en los contratos, la fidelidad con los amigos, son virtudes, conocemos la verdad; pero caeríamos en el error si pensamos que la perfidia, la ingratitud, el fraude, la injusticia, son cosas buenas.
Si deseamos pensar bien, debemos procurar conocer la verdad, es decir, conocer la realidad de las cosas. ¿De que sirve declarar con sutileza o con aparente profundidad, si lo que pensamos y decimos no está de acuerdo con la realidad? Un campesino, un artesano, un plomero, un impresor, que conocen bien los objetos de su profesión, piensan y hablan mejor sobre ellos que un presuntuoso filósofo que, en encumbrados conceptos y altisonantes palabras, quiere darles lecciones sobre lo que no entiende.
A veces conocemos la verdad de un modo burdo o de un modo grosero. La realidad no se presenta a nuestros ojos tal como es, sino con alguna falta, añadidura o mudanza. Si desfila a cierta lejanía por la carretera una caravana de vehículos militares con hombres arriba de tal manera que veamos brillar las armas, pero sin distinguir los trajes, sabemos que hay gente armada, pero ignoramos si es de actores de una película que filman los estadounidenses por la región, o del ejército, o de algún otro cuerpo militarizado (IPAX, AFI, PFP, etc.) El conocimiento entonces es imperfecto, porque nos falta distinguir el uniforme para saber la pertenencia. Si por la distancia u otro motivo nos equivocamos, y les atribuimos unas prendas de vestuario que no llevan, el conocimiento será imperfecto, porque añadiremos lo que en realidad no hay. Cuando conocemos perfectamente la verdad, nuestro entendimiento se parece a un espejo en el cual vemos retratados con toda precisión los objetos como son en sí; cuando caemos en error, se asemeja a un pantalla de TV con un spot de ilusión que nos presenta lo que realmente no existe; pero cuando conocemos la verdad a medias, podría compararse con un noticiero o con la casa de los espejos que si bien nos muestran objetos reales, los muestran alterados sus tamaños y figuras.
Un buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen el talento de ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran bastante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes. Otros adolecen del defecto contrario: ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido del país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo. fjchain@hotmail.com
Invita averiguar en que consiste porque es algo en lo que muchos se esfuerzan. Existen (supongo) varias concepciones sobre lo que es eso de pensar bien. La breve nota entenderá que pensar bien es conocer la verdad ó dirigir el entendimiento por el camino que conduce hacia la verdad. Cómo cada quien tiene su verdad. La nota “marca su raya” y entiende por verdad la realidad de las cosas. Por tanto vuelve a subrayar que pensar bien es conocer la realidad de las cosas.
Cuando alcanzamos (miento al incluirme) a conocer las cosas como son en sí, es cuando alcanzamos la realidad de las cosas o la verdad. Conociendo que el día y la noche dependen del sol, conocemos una verdad, porque, en efecto así es; conociendo que el respeto a los padres, la buena fe en los contratos, la fidelidad con los amigos, son virtudes, conocemos la verdad; pero caeríamos en el error si pensamos que la perfidia, la ingratitud, el fraude, la injusticia, son cosas buenas.
Si deseamos pensar bien, debemos procurar conocer la verdad, es decir, conocer la realidad de las cosas. ¿De que sirve declarar con sutileza o con aparente profundidad, si lo que pensamos y decimos no está de acuerdo con la realidad? Un campesino, un artesano, un plomero, un impresor, que conocen bien los objetos de su profesión, piensan y hablan mejor sobre ellos que un presuntuoso filósofo que, en encumbrados conceptos y altisonantes palabras, quiere darles lecciones sobre lo que no entiende.
A veces conocemos la verdad de un modo burdo o de un modo grosero. La realidad no se presenta a nuestros ojos tal como es, sino con alguna falta, añadidura o mudanza. Si desfila a cierta lejanía por la carretera una caravana de vehículos militares con hombres arriba de tal manera que veamos brillar las armas, pero sin distinguir los trajes, sabemos que hay gente armada, pero ignoramos si es de actores de una película que filman los estadounidenses por la región, o del ejército, o de algún otro cuerpo militarizado (IPAX, AFI, PFP, etc.) El conocimiento entonces es imperfecto, porque nos falta distinguir el uniforme para saber la pertenencia. Si por la distancia u otro motivo nos equivocamos, y les atribuimos unas prendas de vestuario que no llevan, el conocimiento será imperfecto, porque añadiremos lo que en realidad no hay. Cuando conocemos perfectamente la verdad, nuestro entendimiento se parece a un espejo en el cual vemos retratados con toda precisión los objetos como son en sí; cuando caemos en error, se asemeja a un pantalla de TV con un spot de ilusión que nos presenta lo que realmente no existe; pero cuando conocemos la verdad a medias, podría compararse con un noticiero o con la casa de los espejos que si bien nos muestran objetos reales, los muestran alterados sus tamaños y figuras.
Un buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen el talento de ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran bastante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes. Otros adolecen del defecto contrario: ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido del país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo. fjchain@hotmail.com
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