Friday, August 11, 2006

Testimonio cierto o falso

Testimonio cierto o falso
Francisco Javier Chaín Revuelta

No nos es posible adquirir por nosotros mismos el conocimiento del resultado de las votaciones, entonces nos es preciso valernos del testimonio ajeno. Para no ser inducidos al error son necesarias dos condiciones: 1ª. Que los jueces no sean engañados; 2ª. Que no nos quieran engañar. Si falta cualquiera de estas condiciones el testimonio no sirve para encontrar la verdad. Poco importa que cada testigo conozca la verdad si sus dictámenes nos expresan el error, y nuestra buena fe tampoco nos sirve si estamos siendo engañados.

Podemos saber si cada testigo ha sido engañado o no, si atendemos a los medios que ha podido disponer para conocer la verdad. En estos medios deben comprenderse también la capacidad y aptitudes. Cuando el narrador no es testigo ocular, la buena educación no permite preguntar quien lo ha contado; pero la buena lógica prescribe atender siempre a esta circunstancia y no prestar ligeramente asenso sin haberla tenido presente.

En una reunión se cuenta que el ingeniero N acaba de idear una nueva máquina para tal o cual producto, y que su invención lleva ventaja a cuantas se han conocido hasta ahora. El testigo es ocular. ¿Quién lo refiere? Es un caballero de la misma profesión, muy acreditado en ella, que ha viajado mucho para ponerse al tanto de los últimos adelantos en maquinaria, comisionado repetidas veces, ya sea por el gobierno, ya por sociedades de fabricantes, para comparar distintos sistemas de construcción y elaboración; el juez es competente; no es fácil haya sido engañado por un charlatán cualquiera. Si el testigo es un fabricante que tiene invertidos grandes capitales en maquinaria y se propone invertir muchos más; posee algunos conocimientos en el ramo, pues que a su interés propio le llama la atención hacia este punto, y cuenta con bastantes años de experiencia. El testimonio no es despreciable, pero ha perdido mucho de las cualidades del primero. No conoce por principio la mecánica; habrá visto algunos establecimientos pero no los necesarios para poder comparar la invención con los demás sistemas conocidos; el maquinista sabía que las arcas no estaban vacías; tenía un interés en que se formase alto concepto de la invención; hay pues, bastante peligro que el mérito sea exagerado; hasta podrá ser muy mediano, y quizá nulo. Así discurriría un buen pensador, sin decidirse, por esto, a creer o dejar de creer, pero inclinándose algo más a lo segundo que a lo primero.

Conviene precaverse contra el engaño que pueda haber sufrido el narrador, no importa menos estar en guardia contra la falta de veracidad. Para este efecto será bien informarse de la opinión que en este punto disfruta la persona, y sobre todo, examinar si alguna pasión o interés la impelen a mentir. ¿Qué caso pude hacerse a quien pinta prodigiosos hechos de armas de los cuales espera grados, empleos y condecoraciones? Esta bien claro el partido que tomará el especulador, si no está dominado por principios de rígida moral y caballerosa delicadeza. Así, quien refiere acontecimientos a cuya verdad o apariencia tiene grande interés, es testigo sospechoso; prestarle crédito sobre su palabra, fuera proceder muy ligero. Cuando tratamos de calcular la probabilidad de un suceso que no sabemos más que por el testimonio de otros, es preciso atender a las dos condiciones citadas: Que el testigo no haya sido engañado y que el testigo no nos quiera engañar. fjchain@hotmail.com

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