Monday, August 07, 2006

Pubertad en la Educación

Pubertad en la Educación
Francisco Javier Chaín Revuelta

En la pubertad cobran intensidad dos impulsos profundos: la afirmación de la propia persona y el instinto sexual: ambos existían ya en el niño pero difusamente, y ahora empiezan a afirmarse con claridad. La transformación del cuerpo propio, la toma de conciencia sexual, el desarrollo de la afectividad y de la vida intelectual llevan al descubrimiento de la propia persona y del yo ajeno, y hacen posible la cristalización del impulso sexual en el otro sexo, relación que supone a su vez la presencia de dos individualidades.

Para el educador (como para quien se atenga a la etimología del vocablo) el adolescente es por excelencia el hombre en formación, en crecimiento. Este crecer es un avance en el proceso de alcanzar un juicio personal sobre el valor de las cosas, de afirmarse a si mismo en tanto que persona libre y responsable, de poder entregarse a los otros. Pero el proceso no es uniforme en todos sus pasos: la crisis de la pubertad inicia la rotura con la atmósfera protectora de los padres, la oposición al mundo en torno que tiene su origen en un instinto sexual aún no plenamente comprendido, en el surgimiento de una personalidad aún no integrada en la totalidad de la existencia colectiva ni segura de sus rasgos propios.

Los últimos años, en cambio, aún faltos de la experiencia de lo real, serán intentos de integración y de retorno, de reconocimiento de un orden libremente consentido y de descubrimiento del verdadero amor. Más entre la primera oposición y los intentos posteriores no parece haber separación alguna. De ahí la dificultad que suelen encontrar los autores que marcan en sus observaciones dos etapas de la adolescencia.

La tarea educativa, atenta a todos estos matices y sujeta a una absoluta exigencia de dignidad y de respeto de la persona del adolescente, debe llevarlo a reconocer, a discernir las nuevas realidades de su vida y a liberarlas de todo rasgo de ilegitimidad; pero debe hacer a la vez que esas nuevas realidades sean integradas en el orden general de las cosas, es decir, que el educando tome conciencia de su responsabilidad frente a las realidades sociales y sus normas. Contribuir a que estos descubrimientos ganen en claridad y lucidez intelectual, orientando las aptitudes, educando la voluntad y mostrando los rasgos objetivos del mundo en torno, eso es formar al adolescente y prepararlo para alcanzar la visión de la realidad de los adultos.

Pero sería un error grave suponer que este proceso educativo es una mera “adaptación al medio”, una inserción del adolescente en la sociedad, en los patrones culturales de la sociedad adulta. No se trata de dos entidades separadas y fijas: el adolescente es ya sociedad y su conducta es una expresión y una confirmación de la vida social.

De lo que se trata es de la progresiva autotransformación del individuo, de la creación de sí mismo como recíproca acción de personalidad y sociedad. Sobre el adolescente recae todo el peso de la acción educativa, pero simultáneamente él es sujeto operante del mismo proceso.

fjchain@hotmail.com