Wednesday, August 09, 2006

Pensar bien

Pensar bien
Francisco Javier Chaín Revuelta

Invita averiguar en que consiste porque es algo en lo que muchos se esfuerzan. Existen (supongo) varias concepciones sobre lo que es eso de pensar bien. La breve nota entenderá que pensar bien es conocer la verdad ó dirigir el entendimiento por el camino que conduce hacia la verdad. Cómo cada quien tiene su verdad. La nota “marca su raya” y entiende por verdad la realidad de las cosas. Por tanto vuelve a subrayar que pensar bien es conocer la realidad de las cosas.

Cuando alcanzamos (miento al incluirme) a conocer las cosas como son en sí, es cuando alcanzamos la realidad de las cosas o la verdad. Conociendo que el día y la noche dependen del sol, conocemos una verdad, porque, en efecto así es; conociendo que el respeto a los padres, la buena fe en los contratos, la fidelidad con los amigos, son virtudes, conocemos la verdad; pero caeríamos en el error si pensamos que la perfidia, la ingratitud, el fraude, la injusticia, son cosas buenas.

Si deseamos pensar bien, debemos procurar conocer la verdad, es decir, conocer la realidad de las cosas. ¿De que sirve declarar con sutileza o con aparente profundidad, si lo que pensamos y decimos no está de acuerdo con la realidad? Un campesino, un artesano, un plomero, un impresor, que conocen bien los objetos de su profesión, piensan y hablan mejor sobre ellos que un presuntuoso filósofo que, en encumbrados conceptos y altisonantes palabras, quiere darles lecciones sobre lo que no entiende.

A veces conocemos la verdad de un modo burdo o de un modo grosero. La realidad no se presenta a nuestros ojos tal como es, sino con alguna falta, añadidura o mudanza. Si desfila a cierta lejanía por la carretera una caravana de vehículos militares con hombres arriba de tal manera que veamos brillar las armas, pero sin distinguir los trajes, sabemos que hay gente armada, pero ignoramos si es de actores de una película que filman los estadounidenses por la región, o del ejército, o de algún otro cuerpo militarizado (IPAX, AFI, PFP, etc.) El conocimiento entonces es imperfecto, porque nos falta distinguir el uniforme para saber la pertenencia. Si por la distancia u otro motivo nos equivocamos, y les atribuimos unas prendas de vestuario que no llevan, el conocimiento será imperfecto, porque añadiremos lo que en realidad no hay. Cuando conocemos perfectamente la verdad, nuestro entendimiento se parece a un espejo en el cual vemos retratados con toda precisión los objetos como son en sí; cuando caemos en error, se asemeja a un pantalla de TV con un spot de ilusión que nos presenta lo que realmente no existe; pero cuando conocemos la verdad a medias, podría compararse con un noticiero o con la casa de los espejos que si bien nos muestran objetos reales, los muestran alterados sus tamaños y figuras.

Un buen pensador procura ver en los objetos todo lo que hay, pero no más de lo que hay. Ciertos hombres tienen el talento de ver mucho en todo; pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay y nada de lo que hay. Una noticia, una ocurrencia cualquiera, les suministran bastante materia para discurrir con profusión, formando, como suele decirse, castillos en el aire. Estos suelen ser grandes proyectistas y charlatanes. Otros adolecen del defecto contrario: ven bien, pero poco; el objeto no se les ofrece sino por un lado; si este desaparece, ya no ven nada. Estos se inclinan a ser sentenciosos y aferrados en sus temas. Se parecen a los que no han salido del país: fuera del horizonte a que están acostumbrados, se imaginan que no hay más mundo. fjchain@hotmail.com

Cultura, trabajo y profesión

Cultura, trabajo y profesión
Fco. Javier Chaín Revuelta

Dentro del concepto de cultura no sólo se debe entender el saber intelectual, estético, moral, etc., hay que incluir el saber técnico y profesional. Tampoco puede nadie equivocarse y separar la preparación técnica o profesional de una formación cultural. Preparar para la vida es preparar para la vida social y no simplemente preparar para ganarse el sustento.

Sólo por razón didáctica podría separarse el saber hacer de la técnica del resto del saber. De acuerdo con una opinión tradicional, la concepción del trabajo en la antigüedad clásica se caracteriza por un menosprecio del trabajo y de la actividad manual, en oposición a la concepción hebreo-cristiana que le atribuye un carácter de dignidad y obligación moral. Sin embargo hay que notar que los autores antiguos midieron también el valor económico y moral del trabajo y, lo que es más importante, su valor intelectual y cognoscitivo como medio de descubrimiento de los secretos de la naturaleza, aunque todo esto no anule aquel desprecio por los oficios y aquella exaltación del ideal de la vida contemplativa, tan característica de algunos filósofos, que acabo por hacer posible el divorcio entre la teoría pura y sus aplicaciones prácticas y, según una interpretación discutible, la paralización y decadencia de la ciencia antigua.

Este hecho es patente incluso tratándose de la ciencia moderna: la física, en tanto que física experimental está ligada y depende directamente en su progreso de la construcción de aparatos. Más su carácter experimental no le viene de esto, sino de comportarse frente a la naturaleza como ante su depósito de energía, ante un complejo calculable y previsible de fuerzas a experimentar. Si la técnica artesanal de la antigüedad descubría realidades nuevas al producir lo que la naturaleza no produce sin intervención del hombre, la técnica moderna pone a la naturaleza en condiciones de liberar una energía que puede ser acumulada y transformada, lo que constituye también un modo de descubrimiento. Amabas técnicas operan en el dominio de la verdad y su eficacia lleva implícita la unión de trabajo y conocimiento. El trabajo manual más humilde requiere como ingrediente indispensable al intelectual, y éste a su vez necesita de aquél como una condición necesaria. La relación se da en cualquier nivel: todo saber, todo trabajo intelectual y sus frutos, se une invariablemente a la acción y lejos de ser el tesoro oculto de nuestro pequeño negocio o la contemplación pura del espectáculo del mundo, es el horizonte de toda actividad práctica.

Aun en el caso de que la noción de cultura se utilice desde un punto de vista subjetivo, considerada como saber de un hombre, la actividad ocupacional o profesión hace de catalizador indispensable para que el saber no se diluya y se pierda en brumosas generalidades. No existe el hombre culto sin más, el especialista en segundos planos y vagos contornos pero ayuno de conocimiento positivo y directo. Este punto de cristalización que condensa el saber más auténtico que es el saber hacer, es el que hace posible la perspectiva de ese conjunto de esquemas ideales que nos orientan sobre el valor y la unidad del mundo. La tarea ocupacional lejos de vivir unifica, integra, hace al hombre verdaderamente dueño de sí y conocedor de su propia medida. Por eso la formación cultural, la dirección educativa para la integración de la personalidad, debe considerar inseparables rasgos que de otra manera degeneran en un academismo inútil o en un pragmatismo estéril. fjchain@hotmail.com